Campaña 2016: una necesaria autocrítica
Aun nos estamos frotando los ojos con las imágenes que nos dejó el final de la pasada vendimia. Excedentes de uva en muchas zonas de la Denominación de Origen, es decir producciones por encima del máximo legal permitido, han hecho que sea difícil de olvidar ver viñas y viñas sin vendimiar o con las uvas tiradas al suelo. Una mayor presión del Consejo Regulador -cartas a viticultores, precintado de remolques, inspecciones a viñedo, etc.- para garantizar el cumplimiento de las normas actuales ha provocado que estas imágenes hayan tenido mucho más ruido mediático que otros años con excedentes.
Curiosamente el Consejo Regulador de la D.O.Ca. Rioja ha definido la cosecha como ‘excepcional en cantidad y calidad’, ya que ‘favorecida por una climatología inusual’, ‘ofrece resultados muy satisfactorios’. Todo esto es cierto, pero nada se dice de las uvas no vendimiadas ni de que muchas de las uvas que han entrado en las bodegas sean de la misma calidad que aquellas. Regular la producción de un viñedo en base a continuos aclareos de racimos no es una práctica que garantice la calidad, mucho menos cuando los racimos se tiran a pocos días de la vendimia; y por supuesto no hay ninguna mejora de la calidad cuando la producción se regula dejando viñas sin vendimiar.
Como es sabido, en el contexto actual todos los viñedos de la D.O.Ca. Rioja tienen regulada la misma producción máxima, independientemente de las características agronómicas de las parcelas y del destino de las uvas allí producidas. Este ha sido un buen año para constatar las limitaciones de esta norma, al igual que para evidenciar la necesidad de un cambio de modelo de Denominación de Origen. Cierto es que ya han comenzado a darse los primeros pasos, pero queda un largo camino por recorrer. Este cambio de modelo hacia una diferenciación de vinos, uvas y viñedos es una oportunidad para asentar las bases de una Denominación de Origen seria, rigurosa y creíble. En esto últimos debemos estar todos implicados, y solo será una realidad si creemos en ello firmemente.
No somos muy dados a realizar autocrítica, suele ser más habitual culpar a otros de todo lo que pasa. Este no un caso excepcional: Viticultores, bodegas, e instituciones compiten muchas veces por ver quién echa más balones fuera. Mejor sería comenzar por cada uno antes que juzgar al otro. Debemos tener la capacidad de distinguir nuestros propios defectos para proponernos hacer lo mejor posible para que éstos no se sigan repitiendo.
En mi opinión son varias las cosas a mejorar por parte de los que cultivamos y gestionamos viñedos: Viticultores y técnicos debemos de ser conscientes de que, en el marco de la normativa vigente, con los precios de uva actuales, el cultivo del viñedo es rentable para el viticultor. Debemos saber que intentar producir más uva de la permitida nos traerá problemas, y que a medio y largo plazo los precios bajarán para todos. Debemos saber en cuales de nuestros viñedos se producen las mejores uvas, así como que en determinadas tierras, con determinados clones y manejo de viñedo es prácticamente imposible producir lo establecido, salvo tirando racimos al suelo. Debemos saber, como decíamos antes, que cuando tenemos que realizar estos aclareos de racimos de forma sistemática algo está fallando en la gestión de nuestras viñas, o de nuestro sector. Debemos saber poner en valor nuestras uvas para no solo ser buenos produciendo, si no también comercializando. Por último debemos de tener el objetivo de ser cada año mejores profesionales en nuestro trabajo.
Medimos muy pocas cosas en los viñedos. Solemos basarnos mucho en la experiencia, en el ‘ojo de buen cubero’ y en nuestra intuición. Para ser mejores profesionales -en una viticultura con las exigencias actuales- es necesario disponer de datos objetivos que nos permitan comparar viñedos y años. No cuesta mucho conocer el número de racimos por cepa, el número de bayas por racimo, u otras medidas sencillas que todo el mundo puede hacer. Con datos objetivos de nuestras viñas, este año echaríamos menos la culpa a las lluvias de septiembre y entenderíamos mejor lo que ha pasado para tener rendimientos tan elevados en muchas parcelas.
Una verdadera ‘Viticultura de medición’, en la que sería deseable que se implicaran los servicios de Extensión Agraria a través de formación y fincas-control, nos permitirá a técnicos y viticultores generar un rápido y fiable conocimiento de nuestros viñedos. Este conocimiento objetivo tendrá que ser uno de los pilares del nuevo modelo de Denominación de Origen que se nos avecina. Conociendo mejor nuestras viñas podremos adaptarlas u orientarlas a los niveles productivos que en cada caso permitan producir uvas equilibradas, eligiendo en qué nivel de calidad queremos operar dentro de la Denominación de Origen. Seguro que así evitaremos en parte que se repitan imágenes tan poco deseables como las de esta campaña con miles y miles de kilos de uva colgados en las cepas o tirados por los suelos.